La inteligencia ha sido definida de innumerables formas por parte de filósofos, escritores y distintas personalidades; según Colvin, es la “capacidad de aprender y adaptarse al medio”. La Real Academia de la Lengua Española la define como aquella capacidad de entender y comprender.
Han aparecido diferentes formas de inteligencia con el paso del tiempo tales como:
Inteligencia emocional: aquella de debemos utilizar con nuestro entorno más próximo principalmente.
Inteligencia artificial: aquella que hemos desarrollado para las máquinas (que creemos y esperamos tener controlada).
Inteligencia de mercado: concepto muy actual que personalmente defino como aquella capacidad de relacionar aspectos que parecen a priori no tener relación entre sí pero que configuran una realidad estratégica si no se analizan de forma aislada. A nivel estratégico es la filosofía obligada para una buena gestión del SCM (Supply Chain Management) y el CRM (Customer Relationship Management).
Tantos conceptos y filosofías están presentes... ¿Hemos pensado en crear y dar vida a alguna para nuestro entorno laboral en el que pasamos una parte importante de nuestras vidas?. En ese sentido se mueve la Inteligencia Profesional y Proactiva (IPP).
La IPP es, por lo tanto, una actitud en el entorno empresarial. Se define, por un lado, como aquella actitud de procurarse más oportunidades de las que se presenten aprovechando las sinergias del entorno en el cual nos movemos, así como dar un servicio adaptado a las necesidades de cada momento.
Pongamos un ejemplo. Todos tenemos clientes. A nivel externo son aquellas personas físicas y/o jurídicas a las cuales proveemos servicios/bienes. A nivel interno son aquellas personas/unidades que dentro del organigrama se encuentran tanto a un nivel vertical como horizontal a las que proveemos de alguna forma también servicios/bienes.
Todos nuestros clientes valoran un trabajo bien hecho, es decir, acorde con sus necesidades. Pero el valor añadido es entender sus necesidades actuales y preveer con ellas potenciales necesidades futuras presentando de forma voluntaria (proactiva) propuestas.
La IPP ofrece, por lo tanto, un valor añadido importante en el entorno empresarial y, dicho valor implica mayor calidad. Según Jhon Ruskin, “la calidad nunca es un accidente, siempre es el resultado de un esfuerzo de la inteligencia”.
Personalmente creo que Ruskin está acertado con su teoría. La calidad y la satisfacción no son nunca el resultado del azar, sino de un esfuerzo (en algunos casos herculeano) de nuestra Inteligencia Profesional y Proactiva (IPP).
Nuestros clientes (tanto internos como externos) forman parte de nuestro entorno profesional más directo y por ello les debemos aportar aquellas actitudes que les sean lo más rentables y positivas, dentro de un marco abierto de colaboración.
Lo que pretende, finalmente, la IPP no es más que gestionar de forma más eficiente y también eficaz los recursos y el tiempo que pasamos cada día en nuestro entorno laboral. Claro está que otro de los objetivos es mejorar la rentabilidad de nuestras unidades de negocio, y en consecuencia la de la empresa.